Jose Mari Egaña, Agustín Artetxe, Jesús Beristain e Iñaki Alonso son mucho más que trabajadores de Astigarraga Kit Line. Después de décadas de empeño, se han prejubilado gracias a la figura del contrato de relevo, dejando tras de sí un legado de dedicación. Cuatro compañeros y amigos que han ayudado a construir lo que hoy es Astigarraga Kit Line y que abrazan ahora el merecido descanso dorado dejando un bosque de recuerdos tallados por el esfuerzo y el compromiso durante tantos años. Jose Mari y Agustín, en el taller de caballetes y Jesús e Iñaki, en el de mobiliario.
Jose Mari Egaña: “Yo he sido montador de caballetes toda mi vida”
Astigarraga Kit Line ha sido el hogar profesional de Jose Mari durante cuatro décadas. Su historia comienza en los albores de nuestra empresa, hace casi 40 años, cuando los caballetes eran casi más arte que ciencia. Cada pieza era elaboraba a mano. Este azpeitiarra es una de esas personas que en el mundillo futbolístico se conoce como ‘One club man’, esos que logran tejer un relato de fidelidad sin fisuras en una misma empresa durante toda la vida.
Allá por 1985, Jose Mari fue testigo de los primeros pasos de nuestro fundador, Juan José Astigarraga. En aquel entonces, la empresa era lo que era, un modesto taller, pero ya estaba impregnado de una visión de excelencia por parte de Juan Jose, primero, y su hija Itziar Astigarraga, después.

“Comenzamos en un pequeño local alquilado. Ahí empezamos a fabricar los primeros caballetes para Juan José –en aquel momento era propietario de una empresa forestal-. Se topó con un estocaje grande de madera, alquiló unas máquinas y supo ver que podía haber negocio creando caballetes. Al principio nos dijo que si podíamos estar un par de meses y lo que iba a ser eso, ha acabado en 40 años”, relata Jose Mari, quien recuerda nítidamente cómo los primeros caballetes “se cosían con martillo, hasta las bisagras iban con tirafondos”. “Era un trabajo artesanal”, rememora Jose Mari para añadir que “ahora todo está mecanizado”. Y menos mal: los avances tecnológicos y la mecanización mandan. Son el motor.

Agustín Artetxe: “Toda mi vida he estado rodeado de madera”
A Agustín Artetxe le bastaron cuatro meses para darse cuenta de que lo suyo no era la fundición. Pronto la sustituyó por el monte donde empezó a talar árboles, siendo un chaval. “Luego estuve trabajando en una serrería que quebró y en 2000 llegué a Astigarraga Kit Line. Juan Jose e Itziar me hicieron la entrevista y hasta hoy”, recuerda Agustín. Primero, estuvo fabricando cajoneras y tableros de madera, y a los cuatro años, pasó al mecanizado de caballetes. En el mismo pabellón que Jose Mari. En total, 23 años de dedicación a Astigarraga Kit Line.

“Lo que más me chocó fue que yo era el mayor. Todos eran unos jovencitos y yo llegué con 39 años. Parecía el papá de todos”, cuenta Agustín entre risas. “Siempre nos hemos llevado muy bien. Ha habido un buen rollo excepcional”, añade. Natural de Arroa Goikoa, el lema de Agustín ha sido: “Burua erabili (‘Utiliza la cabeza’)”. “Siempre he hecho las cosas fáciles a los demás. Yo no puedo estar con una persona al lado sin hablar y compartir”, explica. “Vengo del monte, he pasado por casi toda la cadena, solo me ha faltado trabajar en la oficina”, dice Agustín, a lo que Jose Mari responde, entre risas: “Estás a tiempo, reengánchate que te quedan otros cuatro años”.
Jesús Beristain: “La prejubilación me ha pillado por sorpresa, pero estoy encantado”
Para Jesús Beristain, llegar a Astigarraga Kit Line fue todo un acierto. Llevaba ya unos años como autónomo para una empresa de maderas de Bergara, hasta que cerró. Como Agustín, Jesús también emprendió su aventura profesional en los bosques como talador de pinos. “En el 95 conocí a Juan José y me trajo para aquí. ¡Menuda diferencia! Trabajar en el monte era muy duro, el viento, la lluvia, el frío, la nieve…Pasé de estar a la intemperie a trabajar delante de una mesa. Al principio me costó acostumbrarme, porque estar quieto en el mismo sitio no era lo mío, pero el cuerpo se hizo y el trabajo era mucho mejor y más suave”, reconoce este mutrikuarra.

“En Astigarraga Kit Line comencé en el pabellón de mobiliario, en el saneado de la madera durante cinco años. Éste se hacía manualmente, había que tapar los agujeros y las grietas de la madera con espátula, y luego se lijaba. Después, me pasaron a la cepilladora/moldurera hasta la prejubilación”, evoca Jesús. De los cuatro, es el que menos se esperaba una prejubilación que la ha acogido con emoción y una sensación de fortuna.
Iñaki Alonso: “Desde que entré en esta empresa, siempre he venido a gusto a trabajar”
Para Iñaki Alonso, Astigarraga Kit Line ha sido su segunda casa durante 33 años. Se dice pronto. Toda una vida dedicada al arte de dar forma a la madera. Iñaki, al igual que Jesús, siempre ha estado en el pabellón de mobiliario, y empezó al mismo tiempo que Jose Juan, otro de los hijos de Juan Jose y el actual director del área forestal de la empresa. Este azkoitiarra venía de una empresa de lijado a mano de piezas pequeñas y recaló en Astigarraga Kit Line en el saneado de madera, primero, y más tarde, en la moldurera.

Iñaki recuerda aquellos trabajos iniciales de “tanto esfuerzo”, en lo que casi todo era manual y estaba menos mecanizado. “Siempre he venido a gusto a trabajar”. Para Astigarraga Kit Line, escuchar esto de un trabajador es como recibir un regalo, un abrazo cálido que confirma que hemos sido capaces de crear un entono donde el bienestar y la satisfacción se entrelazan, formando la base de un equipo unido y comprometido.

Ocho manos hábiles y ojos entrenados por años de experiencia. Los de Iñaki, Jesús, Agustín y Jose Mari que, a medida que la empresa ha crecido y resistido a los embates de una o varias crisis económicas o a una pandemia, han permanecido aquí, con una dedicación y tenacidad inigualables; y ayudando a los que se unían porque su compromiso siempre ha sido inquebrantable.
“¡Cuánto empeño hemos puesto!”
Las personas en una empresa son como los anillos de crecimiento de un árbol. Cada uno representa un año de esfuerzo y desarrollo, y juntos forman el tronco que sostiene la estructura de una compañía. Iñaki lo tiene claro: “Astigarraga Kit Line es lo que es por todos los que hemos trabajado aquí, aportando nuestro esfuerzo y trabajo”. “Cuando empecé se fabricaba un camión de estanterías a la semana, y ahora se hace dos y tres al día. Siempre hemos dado el callo y hemos trabajado mucho. Si no hubiéramos sido buenos trabajadores, esto no hubiera salido adelante. Además, aquí conflictos más bien poquitos. No recuerdo yo”, defiende Iñaki. Lo mismo recalca Jesús: “¡Cuánto empeño hemos puesto!”.


La familia
¿Puede haber una palabra que signifique tanto como ‘familia’? Evoca hogar, sentido de pertenencia, seguridad, conexión emocional. “A nuestro grupo de trabajo lo llamábamos ‘La familia’”, dice Jose Mari. Así, ¿cómo no iba a reinar el buen ambiente? En el pabellón de caballetes y en el de mobiliario. En los dos. “En caballetes siempre hemos sido una piña y muy solidarios. Los que empezamos al principio todavía seguimos juntándonos para comidas”, asegura Jose Mari. Agustín confirma lo que dice su compañero y recuerda que aún sigue manteniendo “un trato muy especial con los primeros que empezaron a trabajar conmigo, me trataban como si yo fuera su padre. Yo, a esta gente, no le olvido, ni ellos a mí.”
Todo era motivo de celebración. Que era víspera de San Sebastián, se sacaban los tambores y a tocar. Que era víspera de San Fermín, se sacaba una estatua pequeña del santo, se lanzaba un cohete y “nos poníamos el pañuelico rojo”. Que llegaban las vacaciones, ¡más cohetes al canto! “Fuera del taller, lanzábamos 30 ó 40 cohetes”, recalca Iñaki, para quien Astigarraga Kit Line ha sido “una forma de vida, mi casa, mucho más que un simple trabajo”. Esa atmósfera de camaradería también la siente Jesús, quien dice alto y claro que “nunca he pensado en cambiar a otro trabajo. Nunca. He estado muy a gusto”:
Agustín, que sabe lo que es pasar por cuatro trabajos diferentes, asegura que “el ambiente que hay aquí, no hay en muchos sitios. Esto te hacía venir contento. Cuando venía uno nuevo, siempre le he enseñado y que ¡nadie me lo tocara!”. Al nuevo siempre se le ha ayudado, puesto facilidades e integrado rápido en el equipo”, señala Jose Mari, a lo que que Iñaki agrega: “Eso sí, tenía que traer la caja de pastas y en los cumpleaños, bocadillos. Eso no se negociaba”, sentencia Jose Mari.
Y es que en los talleres existía una ley no escrita, una especie de mandamiento “sagrado”, cuando alguien se hacía un año mayor. En lugar de soplar velas, se comían bocadillos. Son muy pragmáticos. ¿Tienes un año más? ¡Trae bocadillos para todos! Es como una especie de ritual donde la edad se mide en lonchas de jamón y rebanadas de pan.

Prejubilaciones merecidas
Se ha celebrado mucho, pero se ha trabajado más. El rugido de las máquinas de fabricación nunca ha cesado, y el olor a madera siempre ha impregnado los talleres de caballetes y mobiliario. Pero Jose Mari, Jesús e Iñaki escucharán ese sonido o anhelarán ese aroma a pino ya de otra forma. Y Agustín, que estuvo a un tris de que la prejubilación no le tocase por solo 20 días: “Al final de año, el delegado me llama y me dice que este tipo de contrato continúa. Fue un premio, como si me hubiera tocado la lotería”, recuerda Agustín. Así es que si ahora se le pregunta si se aburre, responde como un rayo: “Para nada”. “Han sido muchos años de levantarse a las 5 de la mañana. Entre los animales y la huerta no me aburro y luego, me voy a dedicar a viajar todo lo que pueda, he estado hace poco en Viena y ahora me voy a Bélgica”.
Jesús no las tenía todas consigo que se pudiera acoger al contrato relevo. Fue autónomo hasta los 34 años. “Pero vino Itziar a ofrecerme y me quedé extrañado. No me lo esperaba, y fue una alegría inmensa”, asegura. Ahora que se ha olvidado del despertador y su vida “es mucho más tranquila”, también dedica su tiempo libre a su huerta y ovejas y, por supuesto, “ahora vivo mucho más tranquilo, voy al monte y los fines de semana, con los amigos”. Por su parte, su compañero de fatigas, Iñaki, está aprovechando para “dormir más, estoy recuperando todo el sueño perdido, porque he sido de acostarme tarde y madrugar mucho, y ya no tengo esa preocupación. Te da cuenta de que hay vida más allá del trabajo.”
Jose Mari, que es de respuestas rápidas, arranca un “estupendamente” cuando se le pregunta por cómo le ha sentado la prejubilación. Por las mañanas ejerce de amo de casa y, “las tardes son para mí, para pasear e ir al monte a lugares cercanos. Eso sí, una vez al mes hacemos una ruta más larga con comida incluida”. “He ido a hacer el Camino de Santiago, pero a los cuatro días me tuve que dar la vuelta, pero está en mi mente volver a intentarlo”, promete Jose Mari, a quien “los últimos cinco años se han hecho más duros, los años pesan y los madrugones costaban más”.
Madera de campeones
Como los árboles que, tras décadas de arraigo firme y crecimiento constante, se despiden de un bosque para dejar paso a otros nuevos, Jose Mari, Agustín, Jesús e Iñaki, hacen lo propio en Astigarraga Kit Line. Más allá de vuestros años de servicio, dejáis un legado de lealtad y compañerismo.
Con vuestra fidelidad, habéis sido las raíces sobre las cuales nuestra empresa ha crecido y prosperado. Con vuestra dedicación y compromiso habéis impulsado nuestro éxito. Aunque digáis adiós a los talleres que han sido vuestra casa durante tanto tiempo, dejáis una huella imborrable en Astigarraga Kit Line. ¡Muchas gracias por ser más que trabajadores! Tenéis madera de campeones. Madera de jubilados.
